lunes, 14 de abril de 2014

Ahora que se acerca el buen tiempo, es más habitual ver a gente paseando por la playa, disfrutando de un ambiente más cálido, pero en muchas ocasiones, la cantidad de basura que se encuentra dispersa por la arena de la playa puede suponer un peligro, ya que no es la primera vez que alguien acaba con un corte en la planta del pie debido a algún trozo de cristal escondido entre la arena. 
Estos residuos cada vez se están convirtiendo en un problema mayor, ya que dejamos un rastro de 352 objetos en forma de residuos cada cien metros. Los datos proceden de un estudio de seguimiento realizado durante el verano pasado en 12 playas andaluzas y ceutíes dentro del proyecto Marnoba, que coordina la asociación Vertidos Cero. Este problema no solo ocurre en las épocas vacacionales en estaciones veraniegas, sino también en invierno, unos 200 restos de residuos cada 100 metros.


Aparte de constatar que no solo el sector turístico, sino también la pesca, la industria y la agricultura contribuyen a la contaminación costera, otra de las conclusiones de Marnoba es que en verano los residuos de papel/madera superan en porcentaje a los de plásticos y los higiénico-sanitarios debido a las colillas y las voladuras de servilletas y manteles de los chiringuitos. Sin embargo, el material dominante a lo largo del año es el plástico.
Es importante recordar que la playa, como otras zonas naturales, son de todos, y que hay que esforzarse y contribuir para que podamos disfrutarlo todos, sin tener que vigilar cada paso que damos por si sufrimos algún contratiempo.

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martes, 8 de abril de 2014

Esta es una regla creada para cuidar el medio ambiente, específicamente para reducir el volumen de residuos o basura generada. Siguiendo esta regla, se procura tirar menos basura, ahorrar dinero y ser un consumidor más responsable, así reduciendo tu huella de carbono. Y lo mejor de todo es que es muy fácil de seguir, ya que sólo tiene tres pasos: reducir, reutilizar y reciclar.
Las sociedades del mundo siempre han producido residuos, pero es ahora, en la sociedad de consumo, cuando el volumen de las basuras ha crecido de forma desorbitada. Estamos inmersos en la cultura del usar y tirar, y en la basura de cada día están los recursos que dentro de poco echaremos en falta. Cada ciudadano genera por término medio 1kg. de basura al día, lo que da 365 kg. por persona al año. Esta basura doméstica va a parar a vertederos, a la calle y a veces a incineradoras. 
A lo anterior tenemos que añadir que en el hogar también se producen residuos derivados de pinturas, disolventes, insecticidas, productos de limpieza... Incinerarla tampoco es la solución, pues se emiten contaminantes atmosféricos y se producen cenizas y escorias muy tóxicas. Se trata, en definitiva, de que pongamos en práctica la consigna de las tres erres, Reducir, Reutilizar y Reciclar, en este orden de importancia.
Reducir = Disminuir la cantidad de recursos que utilizamos por medio de otros hábitos y/o técnicas; por ejemplo no pedir bolsas en los supermercados a menos que sea necesario, reducir el consumo de papel etc.
Reutilizar = La mayoría de los materiales que usamos día a día pueden ser reutilizados de alguna manera: imprimir el papel por los dos lados, reutilizar la madera de tarimas, donar libros, aparatos eléctricos etc.
Reciclaje = Debe de ser la última opción si es que las otras dos R´s no funcionaron o en su defecto, el reciclaje es inevitable. El reciclaje es una manera de aprovechar los materiales, sin embargo hay que recordar que al reciclar se gasta energía y se contamina al reprocesar. La mayoría de todos los materiales que usamos pueden ser reciclados y usados en otras aplicaciones; materiales como el vidrio, pueden reciclarse 40 veces por ejemplo. Es nuestro compromiso reciclar lo mayor posible y disminuir la producción de basura.

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lunes, 31 de marzo de 2014

Queridos lectores ya llega el buen tiempo y en el equipo cogollos os queremos concienciar del daño que hacemos diariamentre a nuestras playas y sobretodo en verano , 
La aparición de grandes manchas de algas muertas en las playas cuestiona la capacidad de las depuradoras , que ven cómo se multiplica su población en los meses estivales
aunque La contaminación de las playas tiene su origen en fenómenos naturales (mareas rojas, lluvias intensas, huracanes, cambios climáticos inesperados) nuestra actividad es la que mas daña el ecosistema costero 

La contaminación de las playas puede también provenir de actividades desarrolladas en las grandes concentraciones urbanas que no cuentan con una cobertura suficiente de servicios de limpia, alcantarillado y tratamiento de aguas residuales. En las zonas costeras es factible la presencia de este problema durante la alta afluencia de vacacionistas, ya que los servicios urbanos se ven rebasados y los excedentes alcanzan el agua del mar, las playas o las lagunas costeras, afectando las condiciones sanitarias de las mismas.
Actividades dentro de una cuenca hidrológica, aguas arriba, también puede llegar a provocar la contaminación de las playas. Y aún labores aparentemente no relacionadas, como lavar el auto en la calle con detergentes no biodegradables o utilizar materiales de construcción como yeso diluido o cemento, pueden tener sus efectos en la contaminación de una playa.


Por eso  desde nuestro equipo queremos animaros a que paseis la primavera-verano más ECO  de vuestra vida ,ENTRE TODOS PODEMOS 
 atentamente
pepi cogollos & CO

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¡Hola amigos!

La semana pasada, una parte del equipo cogollos tuvo la oportunidad de visitar la bonita ciudad de Barcelona, gracias a una excursión escolar, y vimos algunos de sus monumentos y lugares más enigmáticos. Uno de ellos, y de los que más nos llamó la atención fue El Parc Güell. ¿Por qué? Os preguntaréis desde vuestra cómoda silla de lector... Pues es porque su creador fue Antonio Gaudí, que aparte de ser un gran genio del arte y la arquitectura, tenía una gran pasión por el reciclaje y la naturaleza. ¡COMO NOSOTRAS!


Su conocido diseño de trencadis tan vistoso y colorido no es más que muchos residuos reciclados, unidos y colocados con el fin de crear belleza para todo aquel que lo mire, pues están muy bien unidos para crear armonía de colores y llamar la atención. Es único. 
Se puede decir que Gaudí es uno de los pioneros del reciclaje porque en sus construcciones utilizaba todo tipo de material: hierro usado, azulejos rotos, trozos de botellas y vasos. Él no creía posible ir adelante sin apoyarse en el pasado y aprovechar el esfuerzo y las conquistas de las generaciones que antes nos precedieron: “Tenemos que basarnos en el pasado para llegar a hacer alguna obra de valor, pero evitando sus errores: la verdadera originalidad es volver al origen”; justificaba que “no se tiene que querer ser original porque el estilo propio ya se lleva dentro y sale espontáneamente”.

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jueves, 6 de marzo de 2014

Hoy traemos una manualidad muy original, sencilla y útil. Todos tenemos pequeños secretos que guardar, pero tenemos miedo de que alguien pueda encontrarlos, así que lo mejor es guardarlos donde nadie sepa buscar. Pues aquí tenemos una gran idea ¡camúflalo en un libro!
Los materiales que necesitaremos son un par de libros (para hacer una caja más grande, pero puede hacerse con un libro), un cúter, lápiz, regla, pegamento líquido y muchas ganas.

Escoge dos libros que vayan bien juntos, ya que los dos estarán pegados. Te recomendamos que sean libros viejos y usados, con tapas duras de piel o de cartón fuerte.
Paso 2 de 6 - <p>Con una regla y l&aacute;piz para dibujar l&iacute;neas de marcador en el libro. Decida qu&eacute; tan lejos o cerca se desea cortar cerca de los bordes de las p&aacute;ginas. Com puedes ver en la imagen adjunta debes dejar un cent&iacute;metro entre la zona de corte y la esquina del libro. </p>
Con una regla y lápiz para dibujar líneas de marcador en el libro. Decide qué tan lejos o cerca se desea cortar cerca de los bordes de las páginas. Com puedes ver en la imagen adjunta debes dejar un centímetro entre la zona de corte y la esquina del libro.
Paso 3 de 6 - <p>Cortar las p&aacute;ginas del libro por completo, dejando s&oacute;lo el espacio que has marcado con el l&aacute;piz. Utiliza las mismas dimensiones y marca una l&iacute;nea a lo largo de la portada del segundo libro. Con el cuter debes vaciar tanto el primer libro como la porta del segundo libro como el interior del segundo libro.</p>
Cortar las páginas del libro por completo, dejando sólo el espacio que has marcado con el lápiz. Utiliza las mismas dimensiones y marca una línea a lo largo de la portada del segundo libro. Con el cuter debes vaciar tanto el primer libro como la porta del segundo libro como el interior del segundo libro.
Una vez que hayas eliminado todas las páginas de los libros, puedes colocar un libro encima del otro. Utiliza pegamento fuerte líquido para fijarlos uno con el otro.
Paso 5 de 6 - <p>Debes usar pegamento en cola para fijar la zona interior de la caja hecha con los dos libros, la zona exterior para que no se abra la caja al sacarla y tambi&eacute;n en la zona interna del lomo para fijar las p&aacute;ginas.</p>
Debes usar pegamento en cola para fijar la zona interior de la caja hecha con los dos libros, la zona exterior para que no se abra la caja al sacarla y también en la zona interna del lomo para fijar las páginas.
Paso 6 de 6 - <p>Despu&eacute;s de aplicar el pegamento deja reposar hasta que se seque, si despu&eacute;s de unas horas a&uacute;n ves que no est&aacute; bien pegado repasa con m&aacute;s pegamento la caja hecha con los libros. Despu&eacute;s ya est&aacute; ya podr&aacute;s disfrutar de una caja fuerte hecha con libros viejos.</p>
Después de aplicar el pegamento deja reposar hasta que se seque, si después de unas horas aún ves que no está bien pegado repasa con más pegamento la caja hecha con los libros. Después ya está ya podrás disfrutar de una caja fuerte hecha con libros viejos.



Como hemos visto, es una manualidad muy fácil de hacer y sobretodo segura, además de que no dañamos al medio ambiente. En nuestro blog queremos mostraros que podemos ser creativos sin tener que gastarse dinero, todo tiene una segunda vida. ¡Esperamos que disfrutéis de vuestra caja secreta!  

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Los ecoparques de la Comunitat Valenciana recuperan más de 125.000 toneladas de residuos al año

La red de ecoparques de la Comunitat Valenciana compuesta por un total de 210 instalaciones recupera una media de 125.000 toneladas anuales, según ha confirmado  la consellera de Infraestructuras, Territorio y Medio Ambiente. 
Afirma la predisposición de todos los municipios por poner en marcha esta red de ecoparques al ceder su gestión al Consorcio, que los ha adecuado a la normativa vigente. “Sin duda se trata de un ejemplo para el resto de zonas de la Comunitat ya que la gestión conjunta supone un ahorro económico y más garantías medioambientales tal y como recoge el Plan Integral de Residuos de la Comunitat Valenciana”.
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Los ecoparques son instalaciones destinadas a la recepción y almacenamiento temporal y selectivo de residuos, con la finalidad de facilitar y garantizar una adecuada gestión de los mismos. Estas instalaciones permiten a los ciudadanos depositar sus residuos de forma selectiva, facilitando con ello, las posteriores operaciones de reutilización y valorización de los residuos urbanos.
La importancia que este tipo de instalaciones tienen para la correcta gestión de los residuos peligrosos es mucha. Y es que la existencia de estos ecoparques, junto con una correcta concienciación ambiental, evitarán la aparición de vertidos incontrolados de residuos, minimizando el impacto sobre el medio ambiente y ayudando a eliminar vertederos incontrolados.
Los residuos peligrosos, al contrario de lo que mucha gente cree, no son exclusivos de empresas y de la industria, los ciudadanos generamos residuos como pilas, radiografías o tubos fluorescentes que no son recogidos en el proceso de recogida selectiva y que pueden ser depositados en los ecoparques.
Con este tipo de 'puntos limpios' se cubren  tres objetivos básicos, el de canalizar la recogida y almacenamiento de los residuos especiales, el de canalizar los residuos procedentes del ámbito doméstico y por último, complementar los sistemas de recogida previstos en el municipio.


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martes, 4 de marzo de 2014



Hoy os traemos una noticia que salió hace poco días en el periódico "El País" 

Trabajo basura a orillas del Mithi

Altaaf, Shaeneez y decenas de personas se ganan la vida buscando metales y plásticos entre los desperdicios acumulados junto a este río que atraviesa Bombay

Uno de los recicladores traslada un saco lleno de plástico. / ANDRÉS GUTIÉRREZ
En la ciudad de Bombay, Dharavi constituye el mayor barrio de chabolas de Asia. Allí, son bien conocidos los oficios de lavandero, artesano, reciclador y sastre, entre otros, pues el enclave ha sido durante muchos años el centro de producción de cientos de empresas del mundo. Pero más allá, justo donde el conocido slum termina para dejar paso al río Mithi, a la altura de Mahim, un grupo de personas ha acondicionado el lugar para establecer su puesto de trabajo. Son recicladores de lo ya reciclado en las factorías y plantas de la ciudad. Compran sus desechos en busca de alguna pieza de metal que haya podido escapar al primer filtro. Allí, rodeados de un entorno pestilente repleto de heces humanas y animales, y restos de todo tipo de inmundicia, ocupan la mayor parte de su día. Altaaf llegó a este grupo con una mentalidad distinta, con ganas de progresar. Gracias a él optimizaron su método de búsqueda, lo que supuso multiplicar por cuatro las ganancias y mejorar en parte su calidad de vida.
La rutina de Altaaf en Aurangabad, unos trescientos cincuenta kilómetros al este de Bombay, era lo que uno espera de un sastre común en India. Un despertar cada día, entrar a la factoría a escuchar el traqueteo de las máquinas para regresar a su casa a oscuras con poco más que nada en los bolsillos. Altaaf se casó joven y pronto, incluso antes de llegar los hijos al matrimonio, comenzaron los problemas económicos. Su salario de sastre no les alcanzaba para vivir en su pequeña casa y se vio obligado a buscar algo más rentable.
Su condición de musulmán le permitió casarse de nuevo con otra mujer aunque ninguna de las dos tardó en abandonarlo. Altaaf se quedó solo. Había renunciado a su trabajo, fracasado en sus relaciones y pasaba los días de aquí para allá en busca de quehaceres de los que sacar algún beneficio. Un día, andando cerca de la estación de tren de Mahim, en Bombay, vio a unas personas que parecían atareadas en la orilla del río y se acercó a curiosear. Rahul era el nombre de un tipo que rondaba los cuarenta, ataviado de vestiduras exentas de todo lujo al que se acercó a pedir información. Por entonces, Rahul era una especie de encargado de la empresa y al recibirle, directamente le invitó a trabajar con ellos en unas condiciones que mejoraban de sobra las que había tenido en su puesto anterior, por lo que aceptó y comenzó de inmediato.
Ninguno de los trabajadores del área usa mascarilla para protegerse de los gases que emiten sus hogueras
Su labor era sencilla, aunque no agradable. El lugar era una montaña de la más pestilente masa informe de objetos intercalados entre desperdicios con un tono marrón oscuro que aportaba cierta homogeneidad. Altaaf compraba las bolsas de desechos, las cargaba en su carreta hasta la orilla del río, buscaba con sus manos entre toda aquella porquería y revendía el metal que encontraba a las propias factorías o almacenes de reciclaje a los que había comprado la basura. Exactamente igual que sus compañeros en Mahim. Todos traían sus sacos en los que gastaban unas 3.500 rupias de media al día (casi 42 euros), los vaciaban, buscaban y vendían su botín después por unas 3.700 (44 euros aproximadamente) luego tiraban los desperdicios al vertedero. Un día, Altaaf propuso un nuevo método: quemar los restos que pudieran contener algo de metal, y colar las cenizas en la orilla del río, de forma que si algo se les había escapado a los ojos, podía ser rescatado una vez los residuos plásticos hubieran ardido. Todos estuvieron de acuerdo en hacer caso a su propuesta y desde entonces, en la orilla del río Mithi se puede ver, cada noche y cada amanecer, una columna de humo negra que al desvanecerse deja un ambiente cargado y una montaña de ceniza que esconde tres veces más metal del que encontraban a ojo. Sus ganancias, después del cambio, ascienden a unas 700 rupias diarias (más de 8 euros).
Cada uno de los doce operarios tiene asignada una función en el río. Unos buscan por encima algún trozo de cualquier metal que se hubiera escapado a los recicladores anteriores, otros separan piezas de plástico que puedan incluir partes metálicas, como algunos juguetes, o fragmentos de aparatos electrónicos. Otros amontonan los desechos y los queman para luego transportar las cenizas hasta el borde del agua y que los cernedores, provistos de grandes coladores de plástico, filtren la mezcla con un movimiento circular. Al final del proceso, se extraen los pedazos de cristal o vidrio que tampoco se fundieron en la hoguera. “Hay bastante trabajo –afirma Altaaf– y, aunque hasta los propios recicladores de Dharavi nos miran por encima del hombro, ganamos dinero suficiente para vivir”.
Su jornada comienza normalmente a las nueve de la mañana y acaba a las siete de la tarde, pero cada uno es libre de marcharse antes o quedarse más tiempo. No hay a quien rendir cuentas, salvo algún joven que venga contratado una jornada. “Cuanto más trabajas, más ganas –declara Altaaf con un breve movimiento de hombros, como quien quita importancia a sus propias palabras por ser evidente lo que describen–. Nunca bajamos de las 500 rupias diarias ni superamos las 1.000, con eso alcanza a muchos para ayudar a sus familias, incluso para emplear a algún chaval que haga el trabajo más costoso. El problema de la mayoría de estas personas no es el dinero sino el alcohol”. Según el obrero, sus compañeros no son capaces de “pensar fuera de la burbuja“. Se limitan a hacer lo que se les ha dicho que hagan para terminar su día, comprar algo de comer y bebida para pasar la noche suficientemente ebrios. “Así un día tras otro. No aspiran a nada más”, explica.
Altaaf vive en un pequeño apartamento por el que paga 4.000 rupias mensuales (unos 47 euros), así que su salario, que oscila entre las 15.000 y 30.000 al mes (de 180 a 360 euros) le sobra para ahorrar con vistas a crecer en el futuro. “Estando aquí no nos van a respetar nunca. La sociedad no nos ve como personas”, asevera Altaaf, que ya tiene pensado montar su propio almacén de reciclaje confiando en la prosperidad de este negocio. Hoy en día reciben basura de todos los rincones de la ciudad, sumada a la que llega en camiones desde Goa, Bangalore o Madras. Cuando tenga su propia planta, espera contratar a algunos de sus colegas y ganar consideración y posición social. Sólo entonces se planteará volver a casarse. “Cuando tenga algo que ofrecer a mi esposa”, dice.
Shaeneez trabaja a unos diez metros de Altaaf y su historia representa la lamentable realidad de muchas mujeres de clase baja en India. Trabaja la jornada completa para ganar dinero y pagar estudios a sus hijos. “No quiero que acaben en este sitio. No me importa trabajar más horas si con ello les ayudo a tener un futuro mejor”, dice decidida y esperanzada. Shaeneez tiene cuarenta y tres años, tres hijos y un marido alcohólico.
"Los pobres no enfermamos. Tenemos preocupaciones mayores como para permitirnos caer enfermos"
Por ser la única mujer del lugar, sus compañeros la protegen y la ayudan en lo que pueden. Shaeneez llega a su puesto a las nueve de la mañana, un asiento improvisado en el suelo sobre una capa de plástico entre montañas de desperdicios. Su labor consiste en separar pequeños cristales y vidrios que han quedado enteros junto con las piezas de metal tras la quema. La mujer confiesa trabajar de manera autómata y hacer todas las horas extra que puede. “Mientras estoy aquí, me olvido de lo demás. Lo que me queda después es bastante peor”, alude con resignación a la situación de su hogar. Al salir del basurero le queda más de una hora de trayecto en trenes, la compra, la cocina y las tareas domésticas, pues toda la responsabilidad de la familia recae sobre ella, además, su paga tiene que sufragar todos los gastos, incluído el alcohol para su marido y, por supuesto, barajar la opción del divorcio no forma parte de la educación que recibió.
Después de media vida en el slum, los servicios sociales consideraron el caso de Shaeneez y su familia y les concedieron una vivienda bastante alejada del centro de la ciudad. “Las tres horas diarias que gasto en ir y volver las podría invertir en trabajar y ganar más. Casi prefería la chabola”, se lamenta la recicladora aunque está agradecida por poder ofrecer la comodidad del techo estable a sus hijos.
Johnny, de veinticuatro años y Mehmood, de veintiséis son dos de los cuatro hermanos que trabajan también en el vertedero del río Mithi. Nacieron y se criaron en ese entorno y a su edad, no se cuestionan por qué ni cómo siguen aún allí. Se limitan a trabajar como los demás, sin mayor aspiración ni arrepentimiento. Tienen suficientes ingresos para subsistir en su choza en el corazón de Bombay y la atmósfera que les rodea, a pesar del hedor y las ratas, desprende fraternidad. Según los hermanos, sus compañeros son como su familia y no necesitan más.
Ninguno de los trabajadores del área usa mascarilla para protegerse de los gases que emiten sus hogueras. Tampoco zapatos cerrados ni guantes. No hay regulación de las cantidades de plástico quemado, la emanación de gas o las condiciones sanitarias. “No es cuestión de dinero. Estamos todos sanos y no necesitamos protección realmente. Los pobres no enfermamos. Tenemos preocupaciones mayores como para permitirnos caer enfermos”, afirma Altaaf.
Como muchos de los que viven en situación de pobreza, Altaaf, Shaeneez y la mayoría de los trabajadores del río valoran que los visitantes, en lugar de parar desde lejos con sus cámaras como quienes hacen un tour por la sabana, se acerquen y hablen con ellos. Les hace sentir que tienen una historia que contar, que son más que una atracción turística.
Sin embargo, al enfrentarse a diario a unas condiciones deplorables para el resto de clases sociales, están acostumbrados a la marginación y no ponen objeciones. Tienen su manera de entender la vida. “Somos pasajeros de un vehículo y sólo Dios puede conducir”, son las palabras de Altaaf, que indican, no conformismo, pero sí aceptación, pues de alguna manera le complace estar donde su Dios le ha llevado. Casi todos soportan desde la infancia la mirada altiva de la ciudad que apenas repara en su presencia para quejarse. Sin embargo, igual que el resto de ciudadanos, ellos también despiertan cada mañana para completar su jornada de trabajo y costearse la vida que pueden llevar. Incluso algunos, como Altaaf, no se conforman, reflexionan, meditan y avivan esa ambición que es tan humana, pese a la oscuridad que asoma detrás de cada puerta. Esa que muchos desesperanzados pierden y dedican su existencia a vagar por el mundo en un largo día que alterna noche y luz de doce en doce horas.

Posted on 23:59 by Unknown

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